LA MAGIA DE LOS ANIMALES

El hecho de que los animales del parque zoológico de Belgrado anunciaran -precipitándose a las alarmas antiaéreas- los bombardeos de la OTAN momentos antes de que éstos se produjeran, hizo retomar el interés sobre esas capacidades que los animales siempre han demostrado poseer.

Usted, querido lector, es un animal. No se ofenda, yo también lo soy, y los casi siete mil millones de seres humanos que poblamos hoy el planeta azul también lo somos. Pero somos animales racionales (¡vaya alivio!). Muchas especies tienen ciertas capacidades mucho más desarrolladas que nosotros, como la vista del águila, la velocidad del jaguar, la fuerza del león, o la capacidad de volar de las aves. Empero, hay algo que nos hace diferentes a todos ellos: la capacidad de raciocinio, la conciencia de la vida. Pero, ¿hasta qué punto los animales (excluyendo al Hombre) pueden comprender lo que pasa o lo que le están diciendo?

Hace tiempo recogimos de la calle una preciosa gata siamesa que estaba abandonada. En cierta ocasión estábamos sentados y como de costumbre, la gata se encontraba encima ronroneando mientras la acariciábamos. Nosotros estábamos comentando que hacía pocos días una conocida tuvo que sacrificar a su gata por padecer una enfermedad irreversible. Entonces, bromeando (pero sin cambiar el tono de voz) le dijimos "a ti también te vamos a poner la inyección". No habíamos acabado de decirlo cuando dio un salto y se fue corriendo a otra habitación, algo que nunca hace. Parece una locura pero, ¿entendió lo que le dijimos?

INTELIGENCIA ANIMAL

La etóloga Elisabeth Marshall ha observado a algunos perros machos dominantes impedir cometer actos moralmente reprobables a sus compañeras, como el robar carne. Esto los dota de sentimiento moral. Pero la lealtad, generosidad, solidaridad, amor, etc. son también atributos no sólo de los perros, sino también de otras especies de animales. Una lección de solidaridad la tenemos cuando una hembra cría a cachorros que sabe no son suyos o, también muy frecuente, cría a cachorros de otra especie, como sucedió en 1997 en Durham (Gran Bretaña), donde una la gata Spotty crió una camada de erizos que se encontró su dueño. O el caso de Sally, una cocker spaniel británica que había perdido a sus perritos al nacer, y que amamantó a cuatro gatitos que se habían quedado huérfanos.

Este tipo de historias nos estremecen, como también la que sucedió hace unos años, cuando tres perros vagabundos paseaban por las afueras de Zaragoza y el tren atropelló a uno de ellos; el ayuntamiento tardó 2 días en retirar el cuerpo, durante los cuales los otros dos perros estuvieron velando a su compañero.

Lydon era un gato común que llevaba un año y medio viviendo en casa. A finales de diciembre llegó un nuevo inquilino al hogar, una preciosa cobaya a la que llamaron Sócrates. Entonces Lydon sintió que su espacio estaba siendo invadido y se marchó una semana de casa; cuando volvió intentó agredir varias veces a Sócrates, hasta que un día éste tuvo un desgraciado accidente y quedó inválido de las patas traseras. A partir de ese día la relación entre ellos cambió de forma radical, dormían juntos y Lydon pasaba largas horas tumbado al lado de Sócrates.
Tenemos que tener en cuenta que Lydon era un animal muy especial que estaba muy unido a su dueña. En una ocasión ésta perdió un pendiente y le pidió, en broma, que se lo buscara. Después de un rato, Lydon maulló; estaba sentado y entre sus patas delanteras se encontraba el pendiente.

Pero en ocasiones los animales de compañía han realizado proezas mayores, como la sucedida en mayo de 1996, en el estado norteamericano de New Hampshire. Lyric, una perra setter irlandesa salvó a su dueña de una muerte segura llamando a urgencias. Su dueña sufría gravemente de apnea, por lo que debía dormir con una mascarilla de oxígeno. Esa noche se le desprendió la mascarilla y saltó la alarma, pero ella no la escuchó porque había perdido el conocimiento. Lyric descolgó el teléfono y con su pata pulsó la tecla del 911, que es la del servicio directo de emergencia.

A tal respecto, Rupert Sheldrake, conocido bioquímico británico con más de 25 años dedicados a la investigación, postuló hace ya años su teoría de la resonancia mórfica, que afirma que la experiencia de cada uno beneficia al conjunto, por ejemplo, si "una paloma de Londres aprende un hábito nuevo, automáticamente palomas de otras partes del mundo manifestarán una tendencia a aprender el mismo hábito". Esto, en lugar de una prueba de la inteligencia del reino animal, parece más bien un fenómeno paranormal.

FACULTADES PARANORMALES

Podríamos narrar infinidad de historias sobre las facultades paranormales de los animales, pero cuando pensamos en ellas, lo normal es que nos venga a la cabeza historias de gatos y perros, aunque hay otros animales menos domésticos que también nos las demuestran. Antonio C. vivía en un pueblo situado a unos 50 kilómetros de Zaragoza y tenía una codorniz a la que cuidaba con mucho cariño. En diciembre de 1997 Antonio tuvo un repentino problema de salud y lo llevaron a urgencias a Zaragoza, falleciendo al día siguiente por la tarde. Aunque parezca increíble, la codorniz falleció la misma tarde que su dueño ¡a cincuenta kilómetros de él!

Tal vez el caso anterior sea sencillamente casualidad, pero si tenemos en cuenta que algunos animales tienen un sentido especial para lo paranormal, no nos resultará tan casual. Sabemos que hay animales que perciben cosas que nosotros no podemos, por eso resulta normal ver a un animal que se niega a entrar en un lugar, por notar alguna presencia. Esto lo podemos observar más en los gatos, de ahí la cantidad de historias de gatos que se les eriza el pelo sin motivo aparente alguno. Además, éstos parecen tener dificultad para distinguir con nitidez a los seres físicos de los astrales. A semejante conclusión llegó R. D. Mclean, quien cuenta un caso muy interesante. Se trata de una mujer que estaba viendo el espíritu de un familiar suyo sentado en una silla de su habitación. Entonces, su gato entró y se subió a las rodillas del espectro y cuando el minino se dio cuenta de que no eran las rodillas de ella, saltó súbitamente al suelo muy apenado.

Antes hablábamos del caso de Antonio; esta unión tan fuerte entre un ser humano y un animal también se da entre dos animales de especies diferentes, como en el caso de Boy, un pastor alemán y Kiki, un autillo, que vivieron juntos durante 11 años. Cuando Boy murió, Kiki dejó de comer y 15 días más tarde también moría. Pero todavía es más increíble si tenemos en cuenta que Kiki voló a las manos de su dueña para morir, cuando se encontraba en las manos de otra persona.
La fidelidad hasta la muerte también la llevó a cabo un perro pastor escocés, que saltó desde un noveno piso tras haber estado tendido todo un día junto al féretro de su dueño, sin dejar acercarse a parientes y amigos.

¿Existe una permanente -o esporádica- telepatía entre la mascota y su dueño, proporcional al cariño y estrecha relación que haya entre ambos, como creen algunos?

EL REGRESO A CASA

Los reyes de 1996 trajeron a la pequeña Vanesa una perra preciosa que llamaron Linda, pero como sucede todos los veranos los perros son un problema a la hora de salir de vacaciones, así que como otros tantos desaprensivos decidieron abandonar a Linda a las afueras de Zaragoza. Sin embargo, dos días más tarde Linda estaba ladrando delante de su portal. No contentos con esto decidieron abandonar de nuevo a Linda en otro sitio más lejano, dentro de un portal. Y pasados unos días volvió de nuevo.
En marzo de 1998 Beethoven, un spitz blanco de cinco años que se extravió hacía siete meses en Carpentras (sur de Francia) logró encontrar a sus dueños en Nomeny (este de Francia), tras recorrer para ello unos setecientos kilómetros "a pata", una de las cuales se encontraba herida.
Los gatos también son protagonistas de historias en las que han recorrido varios kilómetros para volver a casa. Una de las historias más impresionantes es la del gato persa Sugar, que recorrió cerca de 2.500 kilómetros para reunirse con sus amos. Estos vivían en Califormia y se trasladaron a Oklahoma, durante el viaje perdieron a Sugar y este tardó catorce meses en llegar a la nueva vivienda de sus amos. Lo primero que hizo al llegar a la casa fue saltar sobre los brazos de su dueña.

Pero una de las historias más tiernas es la narrada por Jean Prieur en su libro L`âme des animaux (El alma de los animales). Nos cuenta la proeza de la gata Amado. La dueña de Amado no se encontraba bien y le confió a una amiga el cuidado de su gata, esta vivía a 25 kilómetros de distancia en la orilla del Ródano; 15 días más tarde Amado estaba maullando ante la puerta de su ama, se encontraba en unas condiciones lamentables, estaba delgadísima y tenía las patas ensangrentadas. Esta parece una historia más de un gato que vuelve a casa, pero es una gesta excepcional si tenemos en cuenta que Amado era ciega.
El conocido investigador de los fenómenos extraños J. B. Rhine estudió numerosos casos de perros y gatos que encontraron su casa tras recorrer enormes distancias para reencontrarse con sus dueños. Por su parte, Jacques Leconte, biólogo francés, dio el nombre de psitrailing a dicha facultad, que al parecer es exclusivamente animal. Pero ¿qué es lo que realmente hace posible que consigan su objetivo? La teoría del olfato hace tiempo ya que fue desechada. Más aceptada es la posibilidad de que ciertos animales puedan conducir electricidad y cuando cruzan las líneas del campo magnético de la tierra se genera una corriente eléctrica a través del animal que éste es capaz de percibir. Las anguilas, por ejemplo, navegan utilizando este método. Otra posibilidad sería que percibieran de alguna forma los pensamientos o sentimientos de sus dueños con una intensidad proporcional a la distancia que los separa de ellos, como una lectura telepática del animal hacia su dueño a modo de radar.

ANIMALES FANTASMA

¿Poseen algunos animales espíritu, que se puede hacer visible como los espectros humanos? Así lo parece si nos atenemos a ciertas situaciones vividas por mucha gente, como la experiencia de Roberto, un joven que en un pueblo abandonado de Zaragoza observó un perro que, tras doblar una esquina, desapareció sin dejar rastro alguno.

Michi era una gato burmés que llegó a casa de Merche con dos apenas años, después de haber sido maltratado por sus anteriores dueños. En un principio era muy reacio a sus nuevos amos, pero con el paso del tiempo se hizo con el cariño de todos, en especial de Merche, con quien dormía y a quien más mimos hacía. Michi estaba tan unido a la familia que cuando al padre de Merche le dio una angina de pecho avisó a su madre de que estaba sucediendo algo anormal. Al cumplir los 18 años, Michi perdió el olfato, tosía mucho y el veterinario aconsejó su sacrificio, a todos les costó mucho tomar esa decisión, pero llegó un momento que tuvieron que hacerlo. Durante más de dos años Merche todas las noches sentía como su gato se subía a su cama, andaba sobre ella y se acostaba a sus pies, algo que solía hacer en vida.

Más sorprendente es un caso recogido de la Occult Review: una mujer se hallaba en su habitación debido a una enfermedad, y se preguntaba por qué su gata, Minnie, no había buscado su compañía como de costumbre, que justificó por un posible "flujo de devoción materna hacia sus gatitos". La puerta de la habitación estaba abierta cuando entró Minnie. Frotó el pelo contra ella cariñosamente, pasó como solía hacer la pata sobre su mano y le lamió los dedos mientras ronroneaba, tras lo cual se dio la vuelta y marchó. Cuando llegó su criada le dijo que había estado con Minnie, que había venido a verle. Esta, extrañada, le dijo que había muerto y había sido enterrada hacía dos días, y que sus gatitos no habían querido comer desde entonces, pero que no le habían dicho nada debido a su estado de salud.

Para algunos tales casos pueden ser achacados a la sugestibilidad, que por otra parte es lógica, pero para otros la constancia de espectros animales quedaría confirmada en diversas psicoimágenes en las que aparecen varios de ellos. Y es que, no debemos olvidar que el Papa Juan Pablo II identificó en ellos un "soplo divino".

TERAPIA ASISTIDA POR ANIMALES

El cuáquero William Tuke fundó en Inglaterra el asilo Retreat of York, una alternativa con animales a los temibles manicomios de entonces. Posteriormente en Alemania se inauguró la clínica Bethel, que incluía tratamiento con animales, donde hoy cinco mil pacientes acuden a sus terapias.
En nuestro país, en la residencia de la tercera edad Parc Serentill de Badalona, 56 ancianos a tiempo completo y 25 durante el día conviven con 5 perros, un gato y tres pájaros. El tiempo de ocio desde entonces resulta más dinámico gracias a la actividad que reclaman los animales, mejorando así su estado físico, provocando buen humor, y disminuyendo la ansiedad y la depresión. A la misma conclusión llegó un estudio del Departamento de Psicología de la Universidad de las Islas Baleares.
Además, estas terapias fomentan la autoestima y hacen que los pacientes se sientan más responsables y útiles. Sin embargo, es esencial utilizar el animal adecuado y tener presente que no son válidas para todas las personas, ya que no a todo el mundo le agrada la compañía de un animal.
Pero sigamos en España, concretamente en un instituto gerontológico de Santiago de Compostela, donde dio comienzo un programa de interacción de animales con enfermos de Alzheimer, destacando la disminución de conductas violentas y ansiosas entre los pacientes.
Las mascotas también se han mostrado beneficiosas en la terapia con niños con síndrome de Down y autistas, mejorando la sociabilidad de éstos. Y sobre todo, el hecho de tener un animal y responsabilizarse de él, ayuda a crecer emocionalmente al niño, a la vez que ayuda a todos los miembros de la familia a reducir el estrés y elevar la tolerancia, el cariño y, en definitiva, todo lo positivo que nuestras mascotas nos demuestran a diario.

Carlos Gutiérrez Tutor

MAS INFORMACION EN:

Poderes Secretos de los Animales.
Dennis Bardens. Ediciones Apóstrofe. 1990.

Terapia a cuatro patas.
Janet Ruckert. Fondo editorial de la Fundación Purina.

Cuando lloran los elefantes.
Jeffrey M. Masson y Susan McCarthy. Martínez Roca. 1998.

 

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