UN ESPECTÁCULO SÁDICO

La tolerancia social hacia las manifestaciones sádicas varía con la geografía y con los tiempos, y la historia de la tauromaquia nos proporciona un buen ejemplo de la variabilidad de estas transacciones psicológicas colectivas.

El espectáculo de la tauromaquia es capaz de destruir los valores básicos de un sano comportamiento social, ya que está basado en la violencia y en la crueldad. Es por esta razón que están prohibidos estos festejos en la casi totalidad de países europeos tanto para los niños como para los adultos. Resulta increíble observar la actitud de ignorancia con la que los legisladores se desentienden de las graves consecuencias que un espectáculo basado en la violencia y en la crueldad puede causar en los niños.

El atractivo central de la tauromaquia es el de la gratificación secreta de las pulsiones sádicas. El dolor y la muerte del toro se dan por supuestas. La afición sabe o cree que la misma suerte pueden correr caballos y toreros.

La mayoría de los aficionados rechazan la idea de ver sangre, y mucho más la de presenciar una cogida. Pero como dice el psicoanalista internacional Cecilio Paniagua en la revista El Médico estarían parcialmente en lo cierto, porque no es ésta su única motivación. Aducirían motivaciones conscientes y más presentables al superyo, como las estéticas. Dirían, además, que padecen de verdad con el sufrimiento y se alarman si el diestro resulta herido por el toro. Estas respuestas deben considerarse reactivas o adicionales a los deseos sádicos que no suelen ser conscientes.

Las teorías del aprendizaje social demuestran que los niños aprenden a comportarse socialmente, imitando modelos de conducta, que son ejecutados por los mayores.

En los programas educativos de cualquier país europeo, por contraposición a España, podemos encontrar el respeto hacia los animales, y el trato ético que se les debe como seres sensibles que son.

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